jueves, 30 de abril de 2020
DIGITALIZACIÓN Y ECONOMÍA: PRINCIPALES DEBATES.
1. Digitalización y productividad En relación con el impacto de la digitalización sobre la productividad existen básicamente dos visiones encontradas. Una corriente de opinión1 considera que estos avances tecnológicos, y las ganancias de eficiencia de los procesos productivos que trae consigo su implantación y difusión, no son de la suficiente entidad como para generar crecimiento económico al mismo nivel que otras grandes innovaciones del pasado, también de carácter transversal, como la electricidad o el motor de combustión. Este tecnoescepticismo se fundamenta en la evidencia de que la inversión y difusión de las tecnologías de la información y la comunicación, cuya introducción se remonta a los años setenta del siglo xx, no se haya reflejado hasta el momento en aumentos de la productividad en los países desarrollados, que muestran, en cambio, unos resultados muy pobres en términos de crecimiento en las últimas décadas. Desde este punto de vista, se considera que, en perspectiva histórica, el gran salto en términos de productividad se dio en los países desarrollados (primero en Europa, luego en Estados Unidos y más tarde en Japón) a raíz de la revolución industrial en el siglo xix, lo que provocó un aumento sostenido de la desigualdad entre el mundo occidental y el resto (fundamentalmente China) en términos de renta per cápita (y de liderazgo económico, científico y militar), un proceso que se ha dado en llamar la gran divergencia 2 . notas 1 Esta es la tesis de Gordon, R. J. (2016), The Rise and Fall of American Growth: The U.S. Standard of Living since the Civil War, Princeton University Press. 2 Pomeranz, K. (2000), The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy.
16 INFORME 03|2017 CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL ESPAÑA Hasta entonces los avances tecnológicos, como ciertas mejoras en la agricultura, en la tecnología marítima y militar o en las instituciones comerciales, eran muy lentos, de manera que los aumentos de la producción a corto plazo se perdían como consecuencia de los aumentos de población (la llamada trampa maltusiana). En cambio, en este grupo de países desarrollados, las grandes invenciones de principios del siglo xix relacionadas con la energía, el transporte y las comunicaciones, condujeron a un enorme aumento de eficiencia en los procesos productivos que permitió sostener una tendencia creciente de la renta per cápita, compatible con aumentos sustanciales de la población. Desde entonces, según este punto de vista, los avances tecnológicos en los países desarrollados habrían sido meramente incrementales, de refinamiento y explotación de las grandes invenciones hasta la década de los setenta del siglo xx, y organizativos con el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en las últimas décadas (cambios en la organización del trabajo, en los modelos de negocio, en los modelos de consumo). En este sentido, la reversión del proceso de divergencia con el resto del mundo, con la emergencia económica de otras áreas en las últimas décadas en un contexto de intensificación de la globalización económica, también sugiere que los países occidentales habrían recogido ya los frutos del salto tecnológico derivado de la revolución industrial, que estaría en cambio difundiéndose al resto del mundo, y se enfrentarían a un estancamiento a largo plazo de los niveles de vida. En contra de este planteamiento, otra corriente de opinión considera que los aumentos de eficiencia y de productividad derivados de la digitalización en curso de la economía son en realidad de tal magnitud que nos encontramos en un punto de inflexión similar al de mediados del siglo xix 3 . En primer lugar, porque la capacidad de computación de los dispositivos digitales está creciendo exponencialmente. Gracias al trabajo combinado de científicos, ingenieros e informáticos se está logrando aumentar la densidad de los microchips, la velocidad de procesamiento, la capacidad de almacenamiento de la información, la eficiencia energética de los dispositivos, la velocidad de descarga, etc., de manera que cada vez se producen aparatos informáticos más rápidos, más pequeños, más ligeros, más baratos y capaces de hacer más cosas. En segundo lugar, porque a medida que se extienden y se generalizan, las tecnologías digitales aumentan sustancialmente su potencial en términos de eficiencia. Por un lado, porque la digitalización tiene importantes efectos de red, es decir, que su utilidad aumenta a medida que aumenta el volumen de información que se procesa digitalmente y el número de usuarios conectados. Por otro, porque la información digital se caracteriza por ser un bien no rival, es decir, que puede ser consumida al mismo tiempo por cualquiera, y el coste de reproducción es casi nulo, lo que significa que se puede enviar de manera instantánea y gratuita información digitalizada a cualquier lugar del mundo que esté conectado a la 3 Véase por ejemplo Brynjolfsson, E. y McAfee, A. (2014), The Second Machine Age, W.W. Norton & Company, Inc.
LA DIGITALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA 17 CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL ESPAÑA red. Además, el aumento de la capacidad de computación y de la información digitalizada e interconectada propicia la innovación y la recombinación de ideas y desarrollos tecnológicos en ámbitos muy diferentes y a una escala sin precedentes. Tanto es así que hay quienes sostienen que los aumentos extremos de productividad que entraña la digitalización económica están desafiando la propia lógica del beneficio de las economías de mercado, porque los costes marginales de producción de más y más bienes y servicios tenderán a cero, lo que estaría conduciendo a un cambio sistémico, desde el capitalismo de mercado al llamado procomún colaborativo, como paradigma postcapitalista de economía sostenible basada en la abundancia4 . Más allá de planteamientos más o menos visionarios, lo cierto es que el modelo económico, tanto productivo como de consumo, que se ha ido imponiendo en todo el mundo a raíz de la revolución industrial descansa en fuentes de energía no renovables que tienden a agotarse y está provocando la contaminación del medio ambiente hasta extremos alarmantes, dos subproductos negativos de la modernidad que las medidas convencionales de riqueza y prosperidad no capturan, pero que obligan a transformar los modelos energéticos y los patrones de crecimiento a escala global, si se quieren sostener los niveles de bienestar alcanzados. En este sentido, la digitalización económica puede facilitar la transición hacia la economía circular en la medida en que entraña un aumento relativo de los bienes de consumo inmateriales, que propicia mayores tasas de utilización de activos y la prolongación de la vida útil de los bienes a través de las plataformas de consumo colaborativo, que permite optimizar los procesos productivos desde el punto de vista energético y medioambiental, y que incrementa el grado de responsabilidad social corporativa en las empresas5 . Las corrientes de opinión tecno-optimistas chocan, no obstante, con el hecho de que los registros de la productividad en los países desarrollados sean tan poco alentadores desde los años setenta, justo cuando se introdujeron las TIC y pasadas ya cuatro décadas. Se dan tres tipos de explicaciones a esta aparente contradicción (la llamada paradoja de la productividad). En primer lugar, se considera que existen problemas importantes de medición de la economía digital y de los aumentos de productividad que entraña. Así, las delimitaciones conceptuales y convenciones contables que se usan para calcular el valor de la producción y la renta (el PIB) no estarían capturando el aumento de bienestar (el “verdadero valor”) derivado del consumo de bienes y servicios digitales porque se ofrecen a precios muy bajos o incluso de forma gratuita (el PIB se valora a precios de mercado), ni tampoco el valor del aumento de la frecuencia de uso de los bienes y activos derivado del desarrollo de las plataformas de consumo colaborativo, ni el aumento de los activos intangibles ni, en general, los aumentos de calidad de los bienes y servicios, los aumentos de eficiencia de 4 Por ejemplo, Rifkin, J. (2014), La sociedad del coste marginal cero, Paidós. 5 Véase en esta línea Schwab, K. (2016), La cuarta revolución industrial, Foro Económico Mundial. 18
INFORME 03|2017 CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL ESPAÑA los procesos productivos, o los cambios organizativos y relacionales que acarrea la digitalización6 . Una segunda explicación sugiere que la captura de los beneficios de la digitalización se produce transcurrido un cierto tiempo desde que se realiza la inversión en hardware, porque para rentabilizarla se requiere de una gran innovación organizativa (inversión en capital intangible), que pasa por rediseñar los procesos empresariales, capacitar a los trabajadores, invertir en software, etc. Desde este punto de vista, la inversión en tecnologías digitales realizada desde los años setenta no habría desplegado todavía todo su potencial7 . Por último, se apunta a que los pobres resultados en términos de productividad agregada tienen que ver con la infrautilización de estas tecnologías en amplios segmentos del aparato productivo, con una difusión mucho mayor en la industria que en los servicios y, dentro de cada sector, con una mayor implantación y desarrollo en las grandes empresas frente a las pymes, y en las empresas nuevas frente a las de mayor antigüedad, que se resisten al cambio para proteger las inversiones pasadas. Al tratarse de tecnologías de utilidad general (general purpose technologies)8 , no desplegarán sus efectos sobre la productividad agregada mientras su implantación no sea generalizada, lo que requerirá un cierto tiempo, como ocurrió con innovaciones anteriores de estas características, como la electricidad. Entre los factores que estarían ralentizando la difusión tecnológica se apunta a la existencia de entornos mal regulados, al desajuste entre la oferta y demanda de cualificaciones, a la falta de comprensión de los usos potenciales de las tecnologías digitales, a la falta de desarrollo de algunas de las infraestructuras digitales, a la aversión al riesgo y la falta de incentivos para invertir en procesos innovadores y capital intangible, a la debilidad de los mercados de capital riesgo, a la falta de liderazgo inversor e innovador del sector público y, en general, a la inercia institucional y cultural. De hecho, los estudios microeconómicos a nivel de empresa sí parecen ser concluyentes en el sentido de confirmar una relación positiva entre digitalización y productividad, lo que apunta a que los decepcionantes registros en términos agregados tendrían más que ver con brechas digitales (efecto composición), es decir con el aumento de la dispersión de la productividad entre individuos, empresas y sectores debido a la desigual difusión de las tecnologías digitales, lo que sugiere, a su vez, que existiría una relación entre el estancamiento de la productividad agregada y el aumento de la desigualdad a todos los niveles9 . Esta polarización de la productividad como consecuencia del aumento de la brecha tecnológica tiene su plasmación también en el territorio, porque 6 Ahmad, N. y Schreyer, P. (2016), “Measuring GDP in a digitalised economy”, OECD Statistics Working Papers, 2016/07. 7 Brynjolfsson, E. y McAfee, A. (2014), op. cit. 8 Las características que definen las tecnologías utilidad general son 1) que tienden a penetrar en todos los sectores y esferas sociales, 2) que están sometidas a procesos de mejora sistemática que reducen su coste y 3) que generan innovación constante de instituciones, procesos y productos. 9 Véase en este sentido OCDE (2016), The productivity-inclusiveness nexus.
LA DIGITALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA 19 CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL ESPAÑA la digitalización tiende a generar polos de desarrollo muy localizados geográficamente donde se concentra la inversión tecnológica y el rendimiento económico de la misma. 2. Digitalización y empleo Desde la revolución industrial, en los países desarrollados ha sido recurrente la preocupación por la introducción de tecnología nueva en los procesos productivos, en forma de máquinas capaces de reemplazar al trabajo humano, debido a que el trabajo constituye el medio de vida de la mayoría de las familias y el principal eje de vertebración social. La tecnología digital en concreto permite, en determinados casos, sustituir a los trabajadores por ordenadores y robots10 para realizar todo tipo de trabajos o tareas, ya sean manuales o intelectuales11, que, por muy complejas que sean, puedan expresarse en reglas programables (algoritmos), es decir, que sean rutinizables, lo que puede afectar de manera transversal, en mayor o menor grado, a todos los sectores productivos. Esto ha llevado a plantear la idea de una nueva división del trabajo12, entre el trabajo digital y el trabajo humano, donde este último se dedicaría a la realización de trabajos o tareas que demandan resolución de problemas, intuición, creatividad, persuasión, adaptabilidad situacional, improvisación en entornos cambiantes y complejos, reconocimiento visual y del lenguaje natural, comunicación interpersonal, sensibilidad, afecto y empatía, unas destrezas difíciles de replicar por máquinas. Conviene hacer notar que el desarrollo más reciente del aprendizaje automático, la inteligencia artificial y la robótica avanzada está permitiendo notables progresos incluso en el ámbito de estas capacidades “genuinamente humanas”13. Todo ello ha hecho resurgir la inquietud en relación con sus efectos sobre el mercado de trabajo, con planteamientos o visiones, también en este caso, más y menos pesimistas. Así, una corriente de pensamiento estima que la digitalización, en la medida en que afecta a todos los sectores productivos y a la vista de sus enormes y crecientes potencialidades, va a provocar una sustitución importante14 de trabajadores por máquinas en toda la escala de cualificaciones que, de resultas, dará lugar a la aparición de un volumen de desempleo tecnológico estructural15 que podría alterar en un corto lapso 10 Máquina o ingenio electrónico programable, capaz de manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas solo a las personas. 11 De manera contraintuitiva, el razonamiento de alto nivel, ligado normalmente a ocupaciones muy cualificadas, como ingenieros o analistas financieros, requiere de muy poca computación, mientras que las habilidades sensomotoras, normalmente asociadas a trabajos de baja cualificación, requieren de enormes capacidades computacionales. Es lo que se conoce como paradoja de Moravec. 12 Levy, F. y Murnane, R. J. (2004), The New Division of Labor. How Computers Are Creating the Next Job Market, Russell Sage Foundation, New York; Princeton University Press. 13 Como el automóvil sin conductor o barcos no tripulados; el perfeccionamiento de los asistentes personales virtuales; o la fabricación de robots capaces de moverse e interactuar con el mundo físico en fábricas, almacenes o campos de batalla. 14 La Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo, en su pronunciamiento 2015/2103 (INL), del 15 de noviembre de 2016 subraya que “los avances en robótica e inteligencia artificial automatizarán un número significativo de empleos […] transformando el modo de vida y la forma de trabajar”. 15 La OCDE calcula que la automatización puede poner en riesgo un 12 por 100 de los trabajos en España en los próximos diez años. Arntz, M.; Gregory, T. y Zierahn, U. (2016), The Risk of Automation for Jobs in 20 INFORME 03|2017
CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL ESPAÑA de tiempo los equilibrios distributivos actuales, ya de por si frágiles, lo que ha hecho renacer el interés por la articulación de nuevos mecanismos para redistribuir los aumentos de productividad y el poder de compra de manera que la demanda agregada se sostenga. En esta línea, otros estudios apuntan a que una proporción significativa de tareas e incluso de ocupaciones enteras, tanto manuales como intelectuales, serán realizadas por máquinas y robots en un futuro próximo16, con especial incidencia en aquellos trabajadores con menor cualificación e ingresos17. De forma solapada, existen otros riesgos derivados de la digitalización del empleo, como que la desigualdad en la distribución de los ingresos podría acrecentarse, e incluso pudieran caer los salarios de los puestos de trabajo menos cualificados18. Desde otro punto de vista, en cambio, se considera que la digitalización no va a provocar la desaparición de un gran número de puestos de trabajo porque la mayoría de ellos entraña algún tipo de tarea no rutinizable que hace imprescindible la intervención humana, es decir, que aunque la digitalización provoque cambios en el contenido de los puestos de trabajo (y en las cualificaciones requeridas para su desempeño) no conducirá a la desaparición de los mismos. En este sentido, se considera que la digitalización generará empleo neto a medio plazo19, tanto porque el nuevo entorno productivo digital está llamado a generar nuevas demandas de empleo, como por el desarrollo de nuevos sectores productivos ligados a necesidades sociales latentes altamente demandantes de empleo, como las relacionadas con la salud, los cuidados o la protección del medio ambiente20. De hecho, en perspectiva histórica y desde un enfoque macroeconómico a largo plazo, los formidables aumentos de la productividad impulsados por los avances tecnológicos desde la revolución industrial han sido compatibles con el aumento del empleo, al menos hasta finales del siglo xx (gráfico 1), lo que ha sido posible por la confluencia de dos procesos de largo alcance que, no sin cierta conflictividad, se dieron en paralelo al aumento de la productividad. Por un lado, el desempleo generado en los sectores que se modernizaban tecnológicamente eran absorbidos por el aumento de la demanda de empleo en los sectores emergentes. Así, aunque la mecanización de la agricultura, el principal sector económico hasta el siglo xix, dejó sin empleo a una proporción enorme de la población, la mayor parte de este excedente fue absorbido por la industria y, cuando la industria dejó de requerir tanto trabajo como consecuencia de sucesivos avances tecnológicos, el OECD Countries. A Comparative Analysis, OCDE. 16 Frey, C. B. y Osborne, M. A. (2013), The future of employment: How susceptible are jobs to computerisation?, Oxford Martin School Working Paper. 17 Véase en este sentido Arntz, M.; Gregory, T. y Zierahn, U. (2016), The Risk of Automation for Jobs in OECD Countries. A Comparative Analysis, OCDE y Executive Office of the President of USA (2016), Preparing for the Future of Artificial Intelligence. 18 OCDE (2017), The Next Production Revolution. Implicatons for Governments and Business. 19 CEOE (2016), Plan Digital 2020; AFI (2017), El trabajo del futuro, versión preliminar. 20 Véase en este sentido Fernández Cordón, J. A. (2017), “De los cambios demográficos a la economía del cuidado”, en Gaceta Sindical. Reflexión y Debate, núm. 28. L
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